Carola Solé · 09/04/2020

¿Es casual que, cuando se decretó el estado de alarma, corriéramos al supermercado a arrasar con el papel higiénico y, luego, con las cervezas? Nuestros mecanismos de supervivencia en momentos tan difíciles, dolorosos e inciertos como los que plantea el coronavirus repiten generalmente patrones, no siempre comprensibles a primera vista, que van del miedo a la evasión.

Aunque la capacidad de adaptación es una característica esencial de los humanos, lo incierto nos atormenta porque no sabemos y no controlamos las cosas. Cuando la realidad presente y futura parece cambiar radicalmente, ¿qué podemos hacer? A muchos restauradores, el cierre obligatorio de sus locales, la gestión de sus equipos y la falta de claridad sobre el futuro de sus negocios les inquieta.

Aunque no habrá ni gurús ni oráculos mágicos en dar con la respuesta, la reconocida psicoanalista Mariela Michelena amasa claves para tomar conciencia en medio de la adversidad, contrarrestar la angustia, e ir paso a paso en la lucha, no sin remarcar algo que los cocineros tienen a favor: “El placer de comer está muy ligado a la vida y, si algo vamos a necesitar cuando volvamos a la realidad son cosas que nos devuelvan vida. Y ahí van a estar los restauradores para darnos de mamar, para alimentarnos de alma y cuerpo, de esperanza, ilusión y de placer”. 

En #RetoCoronavirus, recopilamos algunas de sus reflexiones y recomendaciones.

1. No sabemos qué va a pasar. El futuro siempre es incierto, por definición. La gran diferencia ahora está en que el presente se volvió igualmente incierto, y no sabemos convivir con eso. La incertidumbre, para comenzar, es no saber. Y no saber significa no controlar. En estos momentos, la información con la que contamos es limitada: no sabemos qué vamos a poder hacer o qué no. No sabemos cuándo se reabrirán los restaurantes, si los clientes seguirán yendo a comer en ellos como antes o no. Aunque es inútil atormentarnos, sabemos por experiencia que no es fácil evitarlo.

2. No hay una sola manera de manejar la incertidumbre. Cada quién tiene sus propias herramientas para afrontarla y las que le funcionen a uno puede que no funcionen para otro. Hay quien la maneja desde la negación, desde ‘aquí no está pasando nada’, hay quien la maneja con angustia y hay quien la maneja con pies de plomo.

3. Un día a la vez. “Cada día tiene su propia desgracia”, dice un dicho, preocúpate solo por lo que puedes resolver. Hazte cargo de la desgracia de hoy, ocuparte de la de mañana es inútil, porque no sabes lo que va a pasar. Quizás hoy tienes que preocuparte por cómo vas a hacer con el alquiler y tu preocupación consiste en hablar con tu casero. Y nada más. 

4. Para vivir es necesario negar. Mirar la realidad tal cual es, es como mirar el sol de frente, nos achicharra los ojos. La realidad hay que mirarla de ladito. Negar forma parte de la vida, de lo humano, nos deja vivir. Para empezar, la única manera de vivir es negar que nos vamos a morir. Esto es así. Todos vivimos como si el que se va a morir es el de al lado, ni tu madre ni tú. Este ventarrón que es el coronavirus nos ha volado este paraguas de defendernos contra la muerte. Y toda esta hiperactividad que tenemos en las casas, de bailar, cantar, hacer deporte, aprender idiomas, es una manera de negar las dificultades que esto supone. Todos los mecanismos de defensa que utilizamos tienen un sentido, una razón de ser. No son inútiles ni hay que arrancarlos como mala hierba. Aunque la negación funciona hasta donde puede funcionar porque a veces la realidad te golpea de tal forma que no hay negación que valga. Fijaros que lo primero que se agotó en los supermercados fue el papel higiénico. Esto nos da una idea de la dimensión del miedo que llegamos a alcanzar. Como diría mi abuela estamos todos “cagados”. Y lo segundo fueron las cervezas porque son la forma más barata de beber alcohol, un mecanismo de evasión. 

5. La angustia paraliza. El miedo ante lo desconocido genera angustia. Es como si vas caminando por una jungla y está completamente oscuro. Todo es desconocido y no sabes en dónde vas a poner el pie. No sabes si ese pie lo vas a poner sobre una piedra firme, sobre tierras movedizas, sobre un charquito o un precipicio. A esa gente le recomendaría dar un paso y luego otro paso, porque lo que que realmente angustia es pretender controlar el futuro más lejano, no saber qué va a pasar mañana o el mes que viene. No pasa nada si eso es incierto. No significa que lo que va a pasar sea malísimo.

6. La presión no ayuda. En la filosofía capitalista del logro en la que vivimos, del ‘dale que tú puedes’, se privilegian valores que no siempre son sanos. Esa idea de que, a pesar de la adversidad, tú tienes que ser optimista. Bueno, pues no, tú estarás todo lo optimista que puedas estar. No estás obligado a estar optimista. Hay que aceptar los pensamientos negativos porque si no los aceptamos se nos quedan atascados en alguna parte. El que es optimista por naturaleza va a serlo y va a ser el mejor negador de todos y enhorabuena por él. Recomendar el optimismo como una receta me parece un consejo pueril e inútil. Estoy segura de que todo el mundo lo hace lo mejor que puede. Y eso ya es más que suficiente. Eso no es poco. En ese sentido tampoco estamos obligados a estar hiperactivos, “aprovechando” el tiempo libre estos días. Habrá que vivir lo que este momento nos da y en este momento nos da tiempo. A lo mejor puede ser para pensar, a lo mejor es tiempo para crear… El tiempo del aburrimiento es muy fértil para la creación. Hay gente que puede soportar la vida gracias a que se la alicata, de manera que no tiene ni un segundo para pensar. Y este es un confinamiento que te confina no solo con tus allegados sino contigo mismo. Y tienes que soportarte. A veces no es fácil.

7. Confía en tus hechos. La confianza no se compra en el supermercado ni te la traen a casa. Si no confías en ti mismo para salir de esta situación, confía en los hechos. Recuerda que hasta ahora la realidad ha sido esta: “que yo he logrado salir adelante con mi restaurante, que me ha ido bien”, etc. Busca como referencias otros momentos en los que la realidad te sirva para confiar porque sino es una confianza vacua, ‘de yo puedo con todo, a mi no me da miedo nada’… Busca elementos de la realidad, da igual si es cuando conseguiste liberarte del bullying en el colegio o de otras situaciones difíciles, cualquiera de ellas que sea que te devuelva una imagen de ti mismo en la que tú puedas confiar.

8. Sobran las culpas. Si te sientes culpable por la situación en la que está tu equipo, si tuviste que hacer un ERTE o no sabes qué podrá pasar en adelante a tu gente, la única manera de lidiar con ello es reconocer precisamente que no es tu culpa. Es saber que esto nos tomó a todos por sorpresa y que no lo has hecho deliberadamente. Si en algún momento puedes, por ejemplo, echar la mano a las personas de tu equipo, adelantádoles dinero o lo que esté en tus manos, genial, pero a veces puedes y a veces no. La única salida es recordarte a ti mismo que no es tu culpa. 

9. Exteriorizar las ideas es providencial. Poder escribir un diario, con lo que uno va sintiendo, los miedos que tiene, es providencial. Poder sacarlo de la cabeza, aunque sea para un cuaderno o un ordenador, y ponerlo en un lugar que esté fuera tiene una labor terapéutica. Te permite ver tus propias ideas, ver que no eres tan tonto como pensabas o que se te ocurren cosas que no pensarías si te dejas apabullar por la angustia… Sacártelo de adentro sin duda es importantísimo. Hablar es siempre una bendición, pero hay amigos y parejas que no toleran una conversación de esa profundidad, o a los que simplemente no quieres cansar o aburrir. Escribir te da ocasión de ser más crudo, de decir cosas que no te animarías a decirle a un amigo o a tu pareja, y darte el derecho de pensarlas, de sentirlas y de airearlas. El cuaderno no te falla nunca, siempre tiene tiempo para ti. Esto puede sustituir de un cierto modo una terapia: la mitad del trabajo en una terapia es que la gente pueda deshacerse de las cosas que la angustian y le preocupan; la otra mitad, por supuesto, es lo que te contesta el tearapeura. Eso no lo va a hacer el diario por ti. Y a quien lo necesite que no dude en buscar ayuda. En este momento hay varias asociaciones que están ofreciendo ayuda online gratuita o a precios muy reducidos como el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y la Asociación Psicoanalítica de Madrid.

10. En las pasiones hay soluciones. Ahora que la vida está detenida, en pausa, ¿por qué no entregarnos a nuestras pasiones? Para muchas personas cocinar es una bendición, porque se relajan, se ausentan, porque están haciendo algo que es creativo, que les gusta, que los distrae. Estoy segura de que todos los chefs están cocinando en casa estos días, a menos que estén muy deprimidos. Que piensen que aferrarse a una pasión siempre es una cosa buena y la cocina es una pasión, una vocación. Yo creo que si alguien se mete a cocinero es porque no puede evitarlo. Entonces, que se entreguen exclusivamente a lo que es la pasión de cocinar y recuperar esta vertiente pasional de su profesión.