10-3-2025
Ana Roquero es la fundadora de Cookplay, una marca vasca que desde Sondika (Bizkaia) lleva diez años aportando al diseño de menaje piezas innovadoras y sostenibles. Con una sólida trayectoria en el diseño industrial dentro de áreas alejadas de la cocina en las que la preocupación por los costes de producción muchas veces cercenaba la creatividad, Ana decidió hace más de una década dar un giro a su carrera para explorar otras formas de expresión apoyándose en las nuevas maneras de estar en la mesa que la gastronomía empezaba a indicar, tanto en los hogares, cuya desestructuración también se reflejaba a la hora de comer, como en los restaurantes, con la revolución que Ferran Adrià había encabezado afectando también a los soportes de la comida, que en su caso se reflejan en colecciones que se producen en serie, de manera industrial, pero con espíritu artesano . Fuertemente inspiradas por la naturaleza, sus creaciones se han colado tanto en las casas como en los restaurantes de chefs como Gastón Acurio, Michel Bras, Gordon Ramsay o Quique Dacosta y están presentes en tiendas y establecimientos gastronómicos de más de 60 países.
Decía Steve Jobs que «El diseño no es solo cómo algo se ve y se siente. El diseño es cómo funciona». Pero en cualquier caso, te dedicas a algo que tiene que ver, además de con la funcionalidad, con una dimensión muy abstracta del acto de comer que apunta a las sensaciones.
Me enfrento a la hoja en blanco con total libertad. Soy de la vieja escuela, así que sigo diseñando todo a mano, dibujando secciones, alzados y perfiles, porque es lo que he aprendido. Cuando veo en el papel algo que me gusta, sigo ese trazo hasta que encuentro el eje de la colección. Y después pienso en la funcionalidad: si necesito un bol de 200 o 300 ml, si es para la salsa o el arroz, un plato llano, etc. Las necesidades las tengo interiorizadas después de tantos proyectos y forman parte natural del proceso.
Tus diseños tienen una clara inspiración en la naturaleza.
No sé exactamente por qué, pero mis formas son siempre orgánicas, cercanas a lo natural. Podría hacer diseños más barrocos, pero siempre acabo eliminando lo sobrante. En mi proceso, suelo empezar pasándome y después empiezo a quitar cosas, buscando la esencia. Me gusta que los diseños duren en el tiempo, y para ello deben tener una esencia clara. He diseñado muchas máquinas, expendedoras de metro, máquinas de musculación… donde no había ni un plano curvo. Pero cuando dejé salir lo que intuía que tenía dentro, aparecían esas formas tan cercanas. Creo que tiene que ver también con el respeto al medio ambiente, que está dentro de mi forma de ser y de donde viene también el tema de los materiales desechables y pulpa de la caña de azúcar para sustituir a los plásticos de un solo uso.
En relación con esto, tu última colección, OceanCook, está inspirada en el mar y sus criaturas, como rayas, tiburones…
Es el resultado de una colaboración con el Oceanogràfic de València. Me contactaron porque querían representar especies en peligro de extinción en su restaurante. Al principio pensé que no era la persona adecuada, porque yo no me dedico a hacer formas tan miméticas de la naturaleza. Sin embargo, cuando visité el acuario, me fascinó la raya y su forma de nadar. Me inspiré en ella para diseñar un plato que pudiera elevarse y descender como sus «alas». Y después seguimos con la anguila, que me inspiró formas más verticales que se iban enroscando, el caballito de mar, sobre el que hicimos un contenedor pequeñito para el aceite, o el colmillo de tiburón blanco, que es un plato cubierto por una tapa.



Tus piezas tienen un fuerte componente táctil, con superficies suaves que invitan a acariciarlas.
Desde nuestra primera colección, diseñamos piezas pensadas para apoyarse en la mano. Ahí el tacto es fundamental. Me di cuenta de que al eliminar los esmaltes de la porcelana surge la auténtica materia. Y a través de un proceso muy elaborado, llamado biscuit, se consigue esa suavidad. Consiste en cocer la pieza a muy alta temperatura para que casi se vitrifique. Posteriormente se lija y se pule para alcanzar esa cualidad al tacto. Introducir el biscuit y renunciar al esmalte, con ese brillo que siempre resulta menos natural, nos diferenció desde el principio.
También es frecuente ver texturas en tus platos.
Desde los inicios dibujé y guardé diversas texturas, pero no me había atrevido a usarlas porque muchos creían que la comida se acumularía en las líneas y resultaría difícil de limpiar. Aunque lo tenía en mente desde la primera colección, fue solo hace tres años cuando me animé a experimentar con una textura, similar a células. Tras realizar pruebas, comprobamos que la comida se limpiaba sin problemas, lo que nos ha permitido avanzar incorporando nuevos patrones.
Algunas de tus creaciones, como el bol Jomon, parecen pensadas para comer tirados en el sofá…
Ese bol se diseñó precisamente para esto. Me preguntaba: ¿cómo come alguien solo, frente al televisor o trabajando frente a una pantalla? Pensé en crear algo natural y orgánico, que funcionara bien tanto con cuchara como con tenedor y que se adaptara cómodamente a la mano. Sin quererlo, se convirtió en un objeto muy icónico y muchos chefs con estrella Michelin lo conocen e incluso lo han tenido. Encajó justo en un momento en el que la gastronomía necesitaba nuevas piezas para su cocina, cuando la diversidad y creatividad en este campo eran muy bien recibidas. El uso de este tipo de objetos creció más en la hostelería que en los hogares y hoy en día vendemos más en este sector que al cliente final de casa.


Nuestra forma de comer, tanto dentro como fuera de casa, ha cambiado mucho en las últimas décadas y tu trabajo se ha ido adaptando a esa evolución.
Ya no esperamos al padre para reunirnos en la comida; los hogares se han deconstruido y mucha gente vive sola. En las oficinas, si comemos, suele ser en un táper o mediante una comida funcional, ya que hay quienes se cuidan muchísimo, o recurriendo al take-away… Las posibilidades se han multiplicado. Antes solo había una opción: llegabas a casa y tu madre te servía la comida. Lo mismo sucede con los eventos, que serán nuestro gran reto en el futuro. Ya no comemos todos sentados en una larga mesa intentando entablar conversación con quien está a nuestro lado. Nos gusta comer de pie, con música de fondo, y que la experiencia sea entretenida… Esto seguirá creciendo. Cada comida de trabajo será cada vez menos aburrida. Todo esto ha hecho que la diversidad de piezas disponibles para comer sea tan variada como las nuevas posibilidades.
Y en el caso de los restaurantes, cada vez más establecimientos se suman al modelo de ofrecer platos para compartir, sin distinguir claramente entre primeros, segundos y postres, lo que también impacta en el tipo de vajilla.
Nuestra segunda colección, Yayoi, estaba precisamente diseñada pensando en esto, en compartir, y también en esos lugares, como Francia, donde las mesas son minúsculas y hay grandes problemas de espacio. Esto me llevó a abandonar el plato circular, porque se integra muy mal con otro plato circular y hace perder mucho sitio en la mesa. En su lugar, pensé en formas de piedras de tamaños diferentes, más hondas, más planas, que encajasen mejor las unas con las otras en la mesa.
Esa conciencia medioambiental que antes mencionabas se manifiesta también en la creación de colecciones a partir de materiales sostenibles, como la pulpa de caña de azúcar, para evitar el plástico.
Nosotros empezamos hace diez años con la porcelana porque es el material más sostenible, el de mejor calidad, el que más dura y por tanto el que más se transmite de generación en generación. Pero antes de eso, ya en 2012, pasé dos años investigando materiales sostenibles para reemplazar el plástico de un solo uso en los eventos. Viajé a Japón y China, donde había una marca que estaba utilizando la pulpa de caña de azúcar, para evaluar si podíamos producir con estos materiales. Pero todavía era pronto, la gente no estaba sensibilizada y era más caro. Ha hecho falta que pase el tiempo para que lancemos nuestras colecciones elaboradas con esa materia prima. En Cookplay queremos que se coma en porcelana, pero si organizamos un evento para 500 personas sin logística, necesitamos piezas sostenibles que se puedan compostar, reutilizar o reciclar. Es un campo nuevo en el que aún vamos rezagados. Se requiere más investigación sobre materiales sostenibles y sobre todo una legislación clara que impida el uso de plásticos vírgenes, obligándonos a reciclar lo que tenemos. Mientras esa legislación no exista, lo que podemos hacer como usuarios es optar siempre por plásticos reciclados y materiales orgánicos.