12-3-2024

El tabú de la antropofagia ha vuelto a ponerse sobre la mesa tras el éxito de la película La sociedad de la nieve, dirigida por J.A. Bayona y basada en el libro homónimo de Pablo Vierci, que narraba cómo los supervivientes de un accidente aéreo en los Andes tuvieron que recurrir a comer partes de los cadáveres para mantenerse con vida, historia también recogida poco después de la tragedia por Piers Paul Read en ¡Viven! Más allá de estos dos títulos, el tema del canibalismo entre humanos ha dado pie a todo tipo de libros, fundamentalmente estudios históricos y antropológicos (y ficciones como las protagonizadas por Hannibal Lecter, claro), pero también a otros firmados por autores tan diversos como Topor o Jonathan Swift, quienes lo tomaron como premisa para levantar textos mucho más juguetones y al mismo tiempo cargados de reflexión y crítica social. A continuación destacamos seis de ellos.

Una humilde propuesta. Jonathan Swift (Nórdica Libros)

En el siglo XVIII ya había una preocupación por la pobreza, la superpoblación y los problemas económicos que se empezaba a atisbar que esta acarrearía. El autor de Los viajes de Gulliver defendía  en 1729, cuando publicó este libro, la antropofagia para “evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para su país y para que se conviertan en algo de provecho para el pueblo” y también como remedio contra el hambre. En este ensayo satírico, Swift criticaba a través del humor las extremas condiciones en las que vivían los agricultores irlandeses y proponía que, puesto que eran incapaces de mantener a sus vástagos,  los entregasen a los terratenientes para que se los comiesen, al tiempo que denotaba un cierto espíritu gourmet: “un tierno niño saludable y bien criado constituye, al año de edad, el alimento más delicioso, nutritivo y sano, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y yo no dudo que servirá igualmente en un fricasé o en un guisado”.

La cocina caníbal. Roland Topor (Tropo Editores)

El escritor, dramaturgo y dibujante Roland Topor, fundador, junto a Alejandro Jodorowsky y Fernando Arrabal (autor del prólogo del libro) del grupo Pánico, heredero del surrealismo, publicó en 1970 este divertimento en forma de recetario para antropófagos con paladar en el que se lo pasa en grande imaginando elaboraciones a partir de carne humana de individuos más o menos indeseables y escribiendo textos absolutamente deliciosos en los que describe con minucia los pasos necesarios para cada preparación. Entre ellas se encuentran la “Lengua de fumador” (frotada con piedra pómez, embadurnada en especias y cocida durante tres horas en vino blanco, se “esfuma en la boca”) el “Pene salteado” (mejor cocerlo que freírlo, puesto que así hay menor riesgo de que estalle), el “Bebé salteado a la brissac” (troceado en lonchas no muy gruesas y condimentado con una lágrima y un vaso de leche) o el “Inocente en apuros” (que se cuece en mantequilla después de desnudarlo, pisotearlo, matarlo y cortarlo en trozos del mismo grosor y se come “discretamente, mientras se habla de otra persona”). El libro viene ilustrado con sus propios dibujos.

¿Y si nos replanteamos el canibalismo? Albert Pijuan (Libros del Zorro Rojo)

Si no empezamos a comernos los unos a los otros, no sobreviviremos, sostiene el novelista catalán Albert Pijuan en este ensayo satírico (publicado el pasado año e ilustrado por Clara-Iris) en el que propone la antropofagia como solución (y divertida crítica) a algunos de los problemas de nuestro tiempo: los excesos y el impacto en el medio ambiente de la ganadería industrial (el humano tiene la ventaja de que se mantiene a sí mismo), las quejas del veganismo (que ahora no podría alegar maltrato animal para no comer carne, puesto que la donación sería voluntaria), el acceso a una mejor alimentación por parte de las clases pudientes (se proponen distintos tipos de calidad de la carne en función de la edad y la salud del individuo en cuestión), la cesión de partes del cuerpo (y del alma) a corporaciones por dinero (a cambio de unos euros, te libras de unos gramos de carne que no vas a utilizar) o la gestión de desechos (el pelo humano sirve aquí para rellenar cojines). Pijuan diseña todo un programa que incluye aplicaciones y controles de calidad para asegurar su buen funcionamiento y quita peso al dilema ético que todo esto supondría. Después de todo, tal como apunta, la comunión cristiana (el cuerpo y la sangre de Cristo…) no es sino un acto de canibalismo ritualizado y, por otra parte, ¿quién no se ha comido un padrastro (al menos propio) alguna vez?

La guía caníbal. Antonio Cascos (Ediciones Hidroavión)

En esta original propuesta, el diseñador español afincado en Olso Antonio Cascos ofrece en una primera parte un somero ensayo sobre la historia del canibalismo y las tribus que lo han practicado a lo largo del mundo, en el que también menciona, entre otras cuestiones, la «placentofagia», o ingesta de la propia placenta tras el parto, que algunas celebridades (como las actrices Katie Holmes, January Jones o Jennifer López) han confesado practicar en los últimos tiempos, así como los aportes que supondría, tanto a nivel nutricional como organoléptico y en términos de sostenibilidad, el consumo de carne humana. La segunda parte del libro la componen un “despiece” del cuerpo humano que distingue los mejores cortes (el autor estudió las características de los diferentes músculos humanos y las comparó las de otros animales) y una serie de recetas, ilustradas con “maquetas” elaboradas a partir de plastilina por el propio autor y acompañadas de sugerencias de maridaje con vinos. Cascos pretendía con este libro abrir un debate sobre los tabúes y lo que se considera ético en la alimentación.

The Cannibal Cookbook. Nico Claux (SP True Crime)

Aquí se acaban las risas. El autor de este libro, Nico Claux, el autoproclamado “vampiro de París”, fue, según qué fuente se consulte, o un auténtico caníbal y serial killer o simplemente un pobre tipo que pasó algún tiempo en la cárcel y cuya fantasía levantó a su alrededor un halo de misterio aliñado por historias de cadáveres desenterrados, necrofagia y botellas de sangre en el frigo. En cualquier caso, lo que sí es cierto es que escribió un libro dedicado a su (presunto) alimento favorito. Bajo el subtítulo “Recetas con carne humana de todo el mundo”, Claux recoge preparaciones tanto de tribus como las de Papúa Nueva Guinea (el llamado “cerdo largo”, por ejemplo, que por supuesto no lleva cerdo), como de célebres psicópatas y asesinos en serie de cierto paladar (estos sí, de verdad) que, según el propio autor, las testaron, como Jeffey Dahmer, Ed Gein o Andrei Chikatilo. Las imágenes que ilustran el libro, como su propia materia central, no puede decirse que sean para todos los estómagos…

Cadáver exquisito. Agustina Bazterrica (Alfaguara)

Incluimos en la lista un título de (ciencia) ficción reciente que demuestra que hay vida literaria antropófaga más allá de Hannibal Lecter, solo que en este caso no se trata de un solo psicópata, sino de la sociedad al completo, por culpa de un virus que afecta a todos los animales, que por tanto no pueden servir de alimento. Ni cortos ni perezosos, en lugar de recomendar encarecidamente a los ciudadanos que se pasen al veganismo, los gobiernos deciden legalizar la cría en granjas, el sacrificio y el proceso de personas, convertidas en “cabezas de ganado” sin nombre, específicamente para su consumo. Bajo su apariencia de distopía terrorífica al estilo de El cuento de la criada, la novela lleva irremediablemente a la reflexión sobre temas candentes en nuestros días, como el maltrato animal, la ganadería industrial, las tensiones vegano-carnívoras, el trato a las personas como mercancías… de la mano de una autora que afirma que “canibalismo y capitalismo suenan igual y no es casual”.

Puré de cabeza de jefe
(Receta incluida en La cocina caníbal, de Roland Topor)
Se le hace una pequeña visita al jefe a finales de año, justo antes de las fiestas de Navidad, y se le mata como a un cerdo, es decir, que se toma la precaución de dejarle desangrarse durante un tiempo para que su carne quede bien blanca. Una vez que la cabeza se ha cortado de tajo, se la deja chorrear. Después, se mete en agua hirviendo durante media hora aproximadamente. Al cabo de este tiempo se retira, se saca del agua hirviendo y se introduce en agua fría para refrescarla. Es sorprendente cómo la cabeza del jefe ha cambiado ya en ese momento. Su pelo se ha vuelto blanco y su mirada, aunque sigue siendo maliciosa, tiene cierto aire soñador. No es más que el principio, continuemos el ejercicio. Se arranca la mandíbula hasta el ojo, se deshuesa la cabeza, teniendo cuidado de unir las carnes para que no pierdan su forma. Una vez terminada la operación, se frota la cabeza con champú, y se envuelve en un paño atado con un cordel. Para cocerla, se diluyen tres cucharas de harina en agua, se añade un ramo de flores, un trozo de mantequilla, sal, pimienta. Se introduce la cabeza en el preparado, se hierve quitando la espuma de vez en cuando; después se retira y se deja caer en una cubeta de una altura de 1,5 m. aproximadamente llena de puré, para que no pase frío en las orejas. Es un plato monumental que hay que reservar para las grandes reuniones familiares.