28-7-2011

Diversidad, equidad y visibilidad fueron algunas de las palabras clave que marcaron el devenir de la segunda sesión de la Jornada de Comunicación organizada por Basque Culinary Center a propósito del Máster en Comunicación y Periodismo Gastronómico, que comienza en septiembre. En ella tomaron parte las periodistas Sasha Correa, coordinadora de Diálogos de Cocina y editora de Gastronomía 360º, María de Michelis, directora de la revista digital soloporgusto.com `y corresponsal de Gastroactitud, y Lakshmi Aguirre, colaboradora de Condé Nast Traveler, El Comidista y Bon Viveur. Las tres compartieron sus puntos de vista acerca de cómo la propia evolución de la sociedad está haciendo que necesariamente tenga que abrirse el abanico de asuntos tratados por los comunicadores gastronómicos y que el foco ya no se sitúe solo sobre los grandes nombres de la cocina, generalmente hombres, sino también en sus colegas mujeres y en todas las realidades y actores que componen el complejo universo de la gastronomía.

Sasha Correa puso sobre la mesa el tema de cómo la irrupción de movimientos como Me Too y Black Lives Matter han contribuido en los últimos años a que los periodistas de este sector se diesen cuenta de que tal vez no se estaba dedicando el suficiente espacio a determinadas personas y asuntos. En opinión de María de Michelis, este es un gran desafío “porque en este momento las estructuras arcaicas de la gastronomía, más bien castrenses, verticales y patriarcales, están en el punto de mira”.

Lakshmi Aguirre abogó por aprovechar este impulso para poner de manifiesto cuestiones como el talento femenino, “que no es que no existiera, sino que no se ha hablado de ello porque no se ha querido visibilizar. Creo que hacen falta más mujeres que hablen de mujeres. Ya hay artículos, investigaciones, columnas y publicaciones firmadas por mujeres y gracias a ellas yo me he atrevido a escribir”.

Sasha Correa confesó que cuando se junta con cocineros hombres les suele lanzar el reto de que citen los nombres de diez cocineras, “sin incluir a tu madre ni a tu esposa ni a tu prima. Cocineras de tu mismo nivel. Y bueno… no pasan de cinco. Quiero pensar que no las conocen, que no han ido a sus restaurantes y que ni siquiera saben que existen”. Sin embargo, Correa se mostró optimista de cara al futuro y habló de todos esos comunicadores que trabajan en lugares donde nadie los ve, como congresos o centros educativos, y que son capaces de hacer ver a los equipos con los que colaboran que hay vida más allá de esos diez personajes que habitualmente son invitados a los eventos y que suelen ser solo hombres. 

No solo de alta cocina lee el lector

Para Correa, la diversificación de los contenidos ya no tiene que ver con preocuparse con temas de género y raza, sino también de otras propuestas gastronómicas, más allá de la fascinación que provoca la vanguardia y la alta cocina. “Parte del reto es contribuir a visibilizar que hay una nueva generación de talentos que no por joven es menos interesante y dignificar otro tipo de discursos más urbanos, más callejeros, que no son menos relevantes que el de un tres estrellas”.

En opinión de Lakshmi Aguirre, nos encontramos en un momento de transición desde un tipo de periodismo gastronómico a otro, con una nueva hornada de escritores que no puede seguir hablando de lo mismo que estaban hablando hace veinte años los periodistas de ese momento. “Qué voy a contar yo de un tres estrellas que no hayan contado ya cientos de periodistas que, por las condiciones laborales que tenían, han podido probar muchas más cocinas. Yo he leído sobre alta restauración mucho más de lo que he visitado sus restaurantes, porque tengo que sacrificar mucho para ir a un Mugaritz, lo que no quiere decir que esto no sea importante. Todo se puede combinar y hay lectores para las dos facetas”. Aguirre citó medios norteamericanos que han ido marcando caminos alternativos a seguir, como Lucky Peach, Mother  Jones o Civil Eats, que abordan el hecho gastronómico desde perspectivas identitarias y reivindicativas, desviando el centro de atención más allá de los grandes restaurantes.

En este sentido, Sasha Correa señaló que no se trata de negar la relevancia y la capacidad de empuje que la cocina de vanguardia ha tenido en los últimos tiempos, sino todo lo contrario. “Hay que reconocer el enorme capital que se ha generado en el circuito de la alta cocina, que es fascinante, pero habría que utilizarlo para iluminar otras áreas y otros actores. Además, históricamente estamos llamados a ser parte de esa transformación emocionante que tiene que ver con ser más justos y equitativos, a la que la mujer tiene que sumarse para apoderarse también de la narrativa”.

Precarización, honestidad y transparencia

De Michelis afirmó que el momento de crisis en el que nos encontramos ha puesto en jaque todos los paradigmas y está agotando nuestras certezas. “Se ha dejado en evidencia la crisis rotunda del sistema alimentario, la ruptura de nuestro vínculo con los alimentos y la estrecha conexión que existe entre la producción a gran escala de alimentos en el mundo y la pandemia. Es una oportunidad única para preguntarnos cómo producimos nuestros alimentos, quién decide lo que comemos, quiénes acceden a qué, qué es comida y qué no lo es y cómo atender desde la comunicación la dimensión ética y política de la comida”.

La periodista argentina definió la gastronomía como un caleidoscopio a través del que se puede hablar de historia, antropología, política, economía… y amor, a pesar de la “precarización rotunda de nuestro oficio y la reducción de las redacciones a su mínima expresión, al tiempo que se está produciendo el furor de las redes y la dependencia de los rankings, como si nuestros jefes fueran los algoritmos”.

Sasha Correa incidió en cómo muchos periodistas, en un intento por sobrevivir, buscan maneras de conseguir ingresos que en ocasiones los llevan a asesorar a un cocinero u organizar un congreso para promocionar a un chef, lo que puede generar confusiones. Lakshmi Aguirre se identificó con este perfil y subrayó que “no se trata tanto del rol que juguemos, sino de lo que hagamos sea honesto”. 

Aguirre hizo también hincapié en la necesidad del compromiso de los periodistas con su profesión y abrir los contenidos a una realidad que es como “un iceberg del que habitualmente solo se nos muestra la punta”. También se mostró optimista a la hora de valorar y utilizar las herramientas que proponen las redes sociales, sin subestimar a los usuarios de plataformas como Instagram o TikTok. “Aunque se trate de fotografías de platos de comida en los que la gente no argumenta nada, ahí hay una pequeña puerta de enganche para que tú, como periodista, trates de contarles otra cosa, porque tienen los ojos abiertos y también podemos aprovechar esa mirada. Creo en la curiosidad de los lectores, espectadores y usuarios de cualquiera de estas herramientas”. Aguirre también argumentó que no es necesario ser periodista gastronómico para contar historias alrededor de la comida, puesto que el acto de comer y producir comida “es algo humano y todos tenemos algo que decir alrededor de eso”.

Hacia el final de la sesión, de Michelis citó a la legendaria periodista gastronómica Ruth Reichl para reafirmar su convicción de que, en cualquier caso, nunca hay que subestimar a quien está al otro lado de una crónica, un artículo, una entrevista, una reseña o una receta: “Hay que dar al lector no solo lo que uno sabe que le va a interesar, sino aquello que no sabía que le podía llegar a interesar”.