30-6-2021

“La pesca es cosa de hombres. Y además las mujeres traen mala suerte en un barco”.

Esto es algo que Karin Abensur se acostumbró a escuchar en Perú cuando, siendo aún muy joven, ya estaba decidida a seguir una vocación que había despertado el día que, con apenas 14 años, salió a la mar con un pescador y fue testigo de algo que iba a marcar el rumbo de su vida profesional: le vio sacar del mar un imponente lenguado de seis kilos. El pescador le explicó que aquel trabajo no solo le hacía feliz, sino que con él podía mantener a su familia. En aquel momento Karin decidió convertirse en pescadora, empeñada en llevar la contraria a tradiciones, supersticiones y estereotipos.  “Después de eso un amigo me habló de la Ingeniería Pesquera. Y yo ni siquiera sabía que existía esa carrera. Entonces pensé: yo voy a estudiar eso”, contaba la joven peruana durante su intervención en el evento online Basque Culinary World Prize Talks. 

Tras terminar sus estudios en la Universidad Nacional Agraria La Molina, Karin pasó algún tiempo trabajando en Estados Unidos para ahorrar un poco de dinero y comprar su primer bote, cosa que hizo a su regreso a Perú. Y también se trajo consigo una “ecosonda”, un aparato empleado en los barcos para detectar e identificar los peces. En un principio, los pescadores veteranos no la tomaban muy en serio al verla utilizarla, pero cuando se dieron cuenta de que estaba pescando más que ellos, comenzaron a respetarla… y a seguirla. 

Conforme fue adquiriendo experiencia y viviendo el día a día de la pesca también empezó a detectar que todo el mundo iba básicamente en busca de las mismas especies, las que el mercado demandaba masivamente, y comenzó a reflexionar sobre la sostenibilidad como concepto clave alrededor del que construir su propio negocio. “Yo pensaba que era la mejor pescadora porque pescaba los peces más finos, pero solo estaba siendo una más, alguien que no hacía una pesca responsable y sostenible. Poco a poco me di cuenta de que el público internacional ya tenía la cultura de comer especies ‘nutritivas’”. Según comentó, fue su propio paladar la que le abrió los ojos al potencial de pescados que habitualmente se pasaban por alto. “Desde que nací tenía la idea de que el mejor ceviche de Perú era de lenguado, pero cuando un día me dieron a probar ceviche de pejerrey, dije: “Es mucho más sabroso… Claro, este es el ceviche del pueblo”.

Con los fondos conseguidos a través de concursos de emprendimiento decidió arriesgarse y fundar Karin Ecofish, una empresa pionera en Perú en lo que respecta a la pesca y venta de especies no sobreexplotadas, tradicionalmente consideradas de segunda clase, pero que aportan gran valor nutritivo y que ofrece también fileteadas y envasadas. “Son pescados que tienen mayor sabor, y al peruano le gustan los productos con sabor. Yo no te voy a vender lenguado, pero sí una especie rica en calcio, como el pejerrey. Algunos clientes dicen que comen solo lenguado, y entonces se acabó el intercambio. Pero otros me dan las gracias por explicarles que son especies sobreexplotadas y me dicen que en adelante ya no los van a consumir”. 

Cuando se mudó a Pucusana, la localidad al sur de Lima  donde trabaja actualmente, se encontró con otras mujeres también dedicadas al ámbito del proceso de pescado. Karen adiestra a estas “fileteadoras” en técnicas de corte de los pescados que captura (al estilo japonés, por ejemplo), para después envasarlos y ofrecer productos novedosos y atractivos a sus clientes (entre otros, “fingers” y “barritas” de pescado para conquistar a los más pequeños), puesto que para ella la presentación tiene una gran importancia a la hora de animar a que la gente consuma las especies con las que trabaja. “A veces entro en los colegios, a las zonas de almuerzos, y les muestro mis productos para que los niños aprendan a consumir el pescado, pero de una manera atractiva. La evolución de las carnes se ha ido dando según su presentación, y es lo que busco ahora con el pejerrey, elaborando boquerones, rebozados, hace poco he hecho hamburguesas de bonito…”.

Consciente del impacto que tienen los cocineros como divulgadores, Karin también está en contacto con ellos para tratar de que trabajen con especies menos utilizadas y establecer una alianza para que el mensaje llegue con mayor facilidad al consumidor. “Sería importante que todos los restaurantes apostasen por especies de crecimiento rápido, las que viven de tres a cinco años, como la anchoveta, el pejerrey, la caballa… Ahora vendo una especie que no es muy común, la pota, el calamar gigante, y estoy proponiendo a un restaurante de acá empezar a preparar recetas. Ellos saben cómo hacerlo y yo lo vendo. Esa unión del restaurante y el proveedor nos dará mucha fuerza y podemos hacer vídeos para facilitar que el consumidor prepare el producto. Todos ganamos”.

Poco a poco Karin está viendo cómo más mujeres van ingresando en su sector en Perú, tanto como pescadoras como en otras labores consideradas exclusivamente masculinas, como la de estibar. “La semana pasada tuve que revalidar mi carnet de pesca y me encontré con que esta vez casi todas las que estaban allí eran mujeres, cuando suelen ser todos hombres. Somos un poco invisibles, pero cada vez somos más. Y mi objetivo es que, si una niña de 14 años quiere ser pescadora, no se encuentre con un ambiente tan hostil”.