15-2-2021
Uno de los campos de batalla en los que se está librando la guerra contra el cambio climático es el de la ganadería. En un mundo en el que la demanda de carne no deja de crecer y exige métodos de producción intensivos, el ganado vacuno es responsable, a través de sus exhalaciones y flatulencias, de más del 4% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global, lo que supone el doble de lo que produce (o producía antes de la covid-19) la aviación en todo el planeta.
En verano de 2019 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, perteneciente a la ONU, publicó un informe en el que alertaba de este problema y una vez más recomendaba una dieta equilibrada, basada fundamentalmente en alimentos vegetales, y una reducción del consumo de carne, de tal modo que su modelo de producción se acercase a estándares más sostenibles en términos de utilización de tierra y agua y se redujesen al mismo tiempo las emisiones de gases de efecto invernadero.
En las últimas décadas distintas respuestas a este problema han llegado desde diversos ámbitos. El vegetarianismo y el veganismo han crecido de manera exponencial en los países más desarrollados y algunas empresas han trabajado para lanzar productos que satisfagan las demandas de un sector de consumidores que habían dejado de consumir carne y productos lácteos por motivos de salud, de conciencia ecológica o de defensa del bienestar animal, pero echaban de menos la textura, el aroma y el sabor de una hamburguesa o un chuletón, las características organolépticas de la carne, en definitiva.
De este modo han ido surgiendo “trampantojos” cada vez más perfeccionados, como The Impossible Burger, creada por Impossible Foods, la NotBurger de la compañía NotCo, o las hamburguesas, albóndigas y alternativas al pollo que ofrece la empresa española Heura. En el año 2013 la Universidad de Maastricht (Holanda) presentó la primera hamburguesa creada a partir de células madre, y hoy en día laboratorios de todo el mundo continúan trabajando para hacerla viable y rebajar su precio, que en el momento de su creación rondaba los 250.000 dólares. El principal problema de todas estas propuestas es el hecho de que se trata de alimentos “no naturales”, ultraprocesados (más de veinte ingredientes son necesarios para crear la Impossible Burger) o directamente artificiales (como la carne de laboratorio), lo que choca con la ideología de algunos de sus propios clientes potenciales, y en el primer caso también plantean dudas en lo que respecta a la sostenibilidad y el impacto en el medio ambiente de su modo de producción, empaquetado, transporte y comercialización a nivel global.
En el extremo inicial de la cadena alimentaria están apareciendo también iniciativas de otro tipo que responden a una manera de pensar diferente, en busca de soluciones considerablemente más simples. Por ejemplo, un proyecto que persigue disminuir el impacto del ganado vacuno en el medio ambiente a través de un pequeño añadido en su alimentación. Estudios llevados a cabo durante varios años en universidades de Australia y Estados Unidos han mostrado que incorporando un alga a la dieta de las vacas se reducen considerablemente las emisiones de metano que se producen través de sus, exhalaciones, eructos y flatulencias.
Apoyándose en este conocimiento, en 2018 tres jóvenes estudiantes suecos, Leo Wezelilus, Angelo Demete y Fredrik Åkerman fundaron Volta Greentech, una start-up que en la actualidad trabaja en el desarrollo de Volta Seafeed, un suplemento alimenticio que, añadido a la dieta de las vacas en dosis de cien gramos reduce sus emisiones de metano hasta en un 80%, según afirman. El producto consiste en una mezcla de algas rojas e incluye componentes bioactivos naturales que bloquean una de las enzimas que los microorganismos del rumen de las vacas utilizan para producir metano. De este modo se elimina la mayor parte del metano que las vacas eructan o emiten a través de sus exhalaciones y flatulencias y se libera más energía en forma de hidrógeno y carbono, que anteriormente se utilizaba para producir el subproducto no deseado. Esto, afirman sus responsables, “aumenta el bienestar y la productividad del animal sin afectar a su salud”.
Según comenta Leo Wezelilus, su objetivo es llevar esta alga a “tantas vacas como sea posible y a la mayor brevedad”. Para ello, la empresa se enfrenta a dos desafíos principales: producir algas marinas de forma escalable y rentable, manteniendo una alta calidad del producto y creando un modelo de negocio para incentivar a los agricultores a utilizarlo. Con ese fin han construido una fábrica de algas en la ciudad de Lysekil, en la costa oeste de Suecia, donde las cultivan en sistemas de producción terrestres, con vistas a comenzar a alimentar a las vacas a lo largo de este año. También están trabajando con la mayor empresa minorista de alimentos de Suecia, Coop, con la que el próximo año lanzarán lo que describen como «la leche más respetuosa con el clima del mundo».
Wezelius cuenta que la principal motivación que guía el trabajo que están llevando a cabo es inspirar a otros para terminar creando un movimiento de personas que trabajen en la misma dirección y se apoyen los unos a los otros. También deja claro que esta iniciativa debe complementarse con otras medidas y que no pretende ser una patente de corso al modelo ganadero intensivo de la actualidad. “La solución en la que actualmente estamos trabajando es solo una de las muchas que son necesarias para resolver el puzle del calentamiento global y el cambio climático, y ese desafío es a su vez tan solo una consecuencia de nuestra consciencia colectiva como sociedad humana en su amplio sentido. Creemos que el cambio real solo se produce cuando la gente cambia”.
En el futuro Volta Greentech aspira a ampliar su asociación con otras empresas de la cadena de valor, con el objetivo de alimentar a todas las vacas de Suecia para 2030. “Queremos utilizar nuestra posición para actuar como agente unificador, alineando los intereses y los motivos de todos los actores de la industria alimentaria global para convertirla en algo más integrado y sostenible. Estamos todos en el mismo barco, y lo que la humanidad necesita es inspiración, motivación e impulso para aprovechar nuestro potencial colectivo, necesario para resolver los desafíos globales a los que nos estamos enfrentando”, concluye Wezelius.